Miércoles 15 de Febrero de 2012 - Arquidiócesis de Córdoba
Mensaje del Arzobispo con ocasión de la Cuaresma
A todos los fieles de la Iglesia que está en Córdoba
Queridos hermanos y hermanas:
El próximo miércoles, con el gesto austero y sencillo de recibir las cenizas sobre nuestras cabezas, comenzaremos la cuaresma que nos dispondrá para una digna celebración en la Semana Santa del misterio pascual de Jesús, su muerte y resurrección.
Si bien es cierto que todo momento del
año es propicio para acercarnos a Dios y acogernos a su misericordia y a
su gracia, la cuaresma representa una ocasión particularmente favorable
para concretar este propósito. La Iglesia nos lo recuerda por medio de
la enseñanza del apóstol san Pablo: "Miren éste es el tiempo favorable,
éste es el día de la salvación" (2 Cor 6, 2).
Durante la cuaresma estamos invitados a
renovar la gracia de nuestro bautismo, a desprendernos de todas
aquellas actitudes y fragilidades que se nos han adherido por el camino y
que no están en sintonía con el evangelio de Jesús. Se nos invita
también a prepararnos para renovar en la Vigilia Pascual nuestro sí
entusiasta a Jesús; un sí deseoso de coherencia y fidelidad. Un sí que
sea expresión del compromiso que queremos vivir este año animados por el
lema pastoral arquidiocesano y que nos brinda la ocasión para
redescubrir "la belleza y la alegría de ser cristianos" de la que nos
hablaban los Obispos latinoamericanos y caribeños en la conferencia de
Aparecida. (cf. DA 14).
En la liturgia del miércoles de ceniza,
la Iglesia vuelve a poner a nuestra consideración el ayuno, la limosna y
la oración. Estas obras son, por una parte, expresión de nuestro deseo
de acercarnos a Dios, de volver a Él, y, por otra parte, representan un
fuerte estímulo para lograr ese cometido. Hemos de tenerlas muy
presentes, al mismo tiempo conviene revitalizarlas y recrearlas para que
no se vuelvan prácticas rutinarias y vacías.
Así, en medio de la situación que nos
toca atravesar marcada por considerables aumentos en el costo de vida y
que para muchos implica el desafío de poder llegar al fin del mes
cubriendo las necesidades indispensables, el ayuno nos ofrece la
oportunidad para ejercitarnos en la sobriedad y la austeridad y sobre
todo para afianzar la libertad de nuestro corazón de manera que esté
cada vez más disponible en manos de Dios.
Al ayuno deberá acompañarlo, a su vez,
la limosna solidaria. En muchos hogares y comunidades en los días de
cuaresma se colocan alcancías en donde cada uno puede depositar los
ahorros fruto de su austeridad cuaresmal y con los que se podrá socorrer
alguna necesidad de nuestros hermanos menos favorecidos. Esta limosna,
que no es una dádiva sino un modo de compartir los bienes a imagen de
los primeros cristianos (cf. Hech 4, 34), llevará a plenitud y dará
sentido más profundo a nuestro ayuno. El Papa Benedicto, en su mensaje
cuaresmal, nos recuerda que: "También hoy resuena con fuerza la voz del
Señor que nos llama a cada uno de nosotros a hacernos cargo del otro.
Hoy Dios nos sigue pidiendo que seamos "guardianes" de nuestros hermanos
(cf. Gn 4, 9), que entablemos relaciones caracterizadas por el cuidado
recíproco, por la atención al bien del otro y a todo su bien".
Por último, la oración propia de la
cuaresma no debe ser sólo la repetición de fórmulas piadosas, sino el
empeño serio por escuchar más asiduamente a Dios en su Palabra y por
hablarle con confianza y sinceridad entablando con Él un verdadero
diálogo que nos lleve cada vez más a sintonizar con su querer, a poseer
cada vez más los criterios del Señor Jesús y los sentimientos de su
corazón (cf. 1 Cor 2, 16; Fil 2, 5).
Esforcémonos, por tanto, en vivir con
autenticidad estas obras recomendadas por la Iglesia para este tiempo y
pongamos toda la tarea cuaresmal en manos de la Santísima Virgen María,
para que la presente y recomiende ante Dios nuestro Señor. Que Ella nos
enseñe y ayude a escuchar la Palabra de Dios, a guardarla y meditarla
en el corazón y sobre todo a ponerla en práctica no sólo en el tiempo
cuaresmal, sino a lo largo de toda nuestra vida.
Les deseo a todos una cuaresma llena de
frutos y que la alegría de la Pascua desborde en sus corazones. Los
acompaño con mi oración e imploro sobre cada comunidad y cada uno de
ustedes la abundante bendición del Señor.
+ Carlos José Ñáñez
Arzobispo de Córdoba
Córdoba, 16 de febrero de 2012
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